El estudio y tratamiento de la esterilidad constituye una de nuestras principales áreas de interés, contando con una experiencia personal de más de catorce años.
La evolución natural de la sociedad –por un lado-, y los avances tecnológicos –por otro-, nos obligan a una actualización constante de nuestros conocimientos.
Si nos imaginamos el espectro de la capacidad para concebir y llevar a su fin una gestación, vemos cómo, logicamente, el primer paso consiste en la génesis del embrión. El segundo, en la implantación del mismo. Así, esterilidad supone que el embrión (de haberse formado) no ha llegado a implantar, e infertilidad asume que sí llega a implantar, pero en días o semanas la gestación se detiene (lo que deviene en un aborto).
Por ello, la correcta valoración debe incluir todo lo relacionado con a) el embrión (ovario-ovocitos, espermatozoides), b) el útero (forma, tamaño, aspecto y grosor del endometrio) y c) la “atmósfera” en que todo ello se desarrolla, que viene determinada por las acciones de las hormonas. Estas últimas, a su vez, modifican la actividad de muchas de las células relacionadas con la implantación del embrión. El correcto “diálogo” entre todas las partes es lo que se necesita para conseguir una gestación evolutiva.
Para “valorar la fertilidad” de una mujer, deberemos estudiar en primer lugarla denominada reserva ovárica, para lo que realizamos una ecografía muy detallada del ovario, así como determinaciones de la hormona que lo estimula (FSH) o de la que representa la cantidad de ovocitos (hormona antimülleriana), o de aquello que sintetizan los ovarios: los estrógenos.
A continuación estudiaremos el útero a través de una ecografía vaginal. Su forma y dimensiones nos orientan acerca de si éste puede suponer un problema; en los casos en los que su forma no sea la adecuada, se deberá considerar la opción de llevar a cabo una histeroscopia (no de entrada en todos los casos). Es de especial interés el grosor del endometrio, puesto que ello influye en el tipo de protocolo a realizar, en el caso de una fiv (fecundación in vitro).
El examen de los espermatozoides se realiza a través del espermiograma, informe que realiza el biólogo especializado y que además del volumen total de semen, nos habla de la cantidad de espermatozoides, así como de su movilidad y su forma. Un examen ulterior y que no necesariamente se realiza “de entrada” el de FISH en espermatozoides, en el que el genetista valora la correcta estructura de un determinado número de cromosomas (los que con más frecuencia suelen estar alterados en los casos de anomalías del semen).
Con los resultados obtenidos tomaremos la decisión de qué técnica nos puede ayudar mejor: la inseminación artificial (IA) o la fecundación in vitro (FIV). Somos de la opinión que la microinyección de espermatoz oides (ICSI: microinyectar un espermatozoide dentro e un ovocito)ha supuesto y supone un enorme avance, pero si el semen está bien, lo ideal es proceder con una “FIV clásica”, es decir: rodear un ovocito, de un millón de espermatozoides.
En la actualidad disponemos de distintos acercamientos al estudio del embrión. El primero de ellos es la observación de su desarrollo: la velocidad con la que se divide, su número de células, y su forma, así como su grado de fragmentación. Otra forma es la valoración de su carga cromosómica/genética (a través del diagnóstico genético preimplantacional –DGP-, actualmente conocido “PGT-A” las siglas del término inglés “Pregestational Genetic Testing for Aneuploydies”). El PGT-A no está siempre indicado, y debemos tener claras las situaciones en las que realmente nos aporta un aumento verdadero de posibilidad de embarazo (que es “de lo que se trata”). Hoy por hoy, en ausencia de resultados patológicos de estudio de los cromosomas de los miembros de la pareja, no podemos afirmar que suponga una ventaja real en cuanto a la probabilidad de tener el bébé en casa. Ello es válido tanto para parejas con esterilidad, como en mujeres con abortos de repetición (en este escenario sí puede disminuir el tiempo hasta que se consigue el deseado bebé).
¿Y cuándo debemos pensar que el útero es “poco receptivo” a pesar de mostrar una forma y tamaño dentro de las normalidad? Respuesta: cuando hemos transferido tres transferencias de embriones de buena calidad, en asuencia de cualquier otro factor que pudiera influir, como edad mayor de 40 años, alteraciones en la forma del útero, recuento o movilidad de los espermatozoides muy bajo, o alteraciones cromosómicas de los progenitores, endometrio menor de 7 mm, o adherencias en el endometrio . Es decir: se trata de un diagnóstico al que se llega tras descartar todos los posibles factores causantes de esterilidad. Si analizamos la literatura científica, no son pocas las áreas en las que no existe consenso generalizado acerca de uno u otro tratamiento para ello. Distintos posibles tratamientos pueden ser aplaudidos por unos, o rechazados por otros. Ello implica un esfuerzo adicional -que sin lugar a dudas hemos de realizar- a la hora de plantear dichos tratamientos. Es decir: la indiciación de esta o aquella medida debe estar respaldada por la evidencia correspondiente de su eficacia.